Al final morimos todos de ese veneno conocido como el-corazón-en-la-boca. El tuyo lo llevas en la mano. Devuélvelo a su lugar. Quien coma de él, se aficionará.

Sunday, April 11, 2010

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No es tan sencillo empezar un incendio:
siempre ha de haber un principio.

Los médicos tratan de explicar la empatía
en una clase magistral del fin del mundo
y describen
con voz melodiosa
el efecto del napalm sobre los cuerpos desnudos,
de otros;
una mujer dibuja
un corazón
a bolígrafo en la mesa:
¿olvidaría anoche encendido el gas o la luz de la cocina?

Hay asientos vacíos,
estudiantes quemando libros,
afuera
no hace tanto frío
al calor de las llamas;
algún director filmando una película
desconocida
sobre encuentros
furtivos
que nunca veremos.

En los quirófanos no caben ya más estrellas de cine
que buscan refugio
en bisturís, barbitúricos y bloques de hielo;
han salido a subasta algunas constelaciones
como Antinoo o Perseo,
y un par de colecciones
de discos y cintas de súper 8.

El antiguo teatro y el cine
se utilizan como refugio
ante la tormenta.

El celuloide ardía ante nuestros ojos
y era invierno en el apocalipsis.

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Yo

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Soy un plano, un poema, una foto, un plano de una foto a un poema. Negra por fuera, roja por fuera -no hay dentro posible. Soy también de esas chicas cuellilargas, zanquiformes, con palabras y pupilas y canciones favoritas. Ya sabes, con el bosque de la noche como emblema. Combato el tiempo entre terrones de azúcar, galletas y piezas de fruta. Guardo mi corazón en un tarro y bebo café con espejos. Abandoné mi pasado en azul y ahora cruzo la estepa mongola, entre fórmulas secretas y aventuras espaciales, vestida de antigua, "tragique, triste y terrible", como las grandes heroínas de los libros.